Roberto Cutillas, in memoriam
marzo 11, 2013
Juan Carlos Díaz Lorenzo
La memoria fértil nos halaga el recuerdo de un hombre que pertenece a una generación de palmeros que dieron todo lo mejor de sí mismos y crearon isla y patria dentro y fuera de las fronteras insulares. De los que realmente creyeron en las posibilidades de su tierra natal y animaron entusiasmos plenos de buen y bien hacer. Todo un ejemplo para las generaciones que le han relevado.
Y como todos los hombres capaces de su generación, era persona de orden y respeto. De palabra y criterio. Roberto Cutillas Sosvilla ha rendido su última singladura después de 94 años de vida intensa en la que conoció el éxito respaldado por el trabajo constante y el magisterio fecundo plasmado en la lealtad, el sacrificio y el buen criterio. Un gran palmero, acaso sin él pretenderlo.
Su nombre está asociado a la industria del motor en La Palma. El taller Cutillas, en Los Llanos de Aridane y la representación de la firma automovilística Renault en la isla, modelo de empresa familiar que ha superado etapas y tenía un referente preciso en su persona. Como palmero que se precie, la agricultura fue otra de sus vocaciones y también en esta faceta supo volcar su imaginación e innovación e hizo lo que mejor creía.
Le conocimos en trato directo a partir de 1979 en su etapa de consejero del Cabildo Insular de La Palma, por la Unión de Centro Democrático (UCD). De aquella corporación de hombres y mujeres que llegaron a la política imbuidos de la necesidad de revitalizar el pulso democrático y de abrir nuevos horizontes para su isla. Una corporación de lujo, de palmeros conjurados en una única dirección y con esfuerzo constante, que marcaron un camino, el mejor posible entonces.
Muchas veces nos alegró visitarle en su taller para saludarle y volver a contemplar parte de nuestra vida: un camión “Indiana” que había sido propiedad de Antonio Hernández de Paz, vecino de Fuencaliente y pariente nuestro, y que tanto Roberto Cutillas Sosvilla como sus hijos han sabido conservar. Un ejemplo de lo que era el transporte por carretera desde los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado.
Hacía tiempo que no le veíamos. La última vez fue en el puerto de Tazacorte comiendo con su familia en el restaurante “Playa-mont”. Volvimos a saludarnos con la afectuosidad y el aprecio de siempre. Por eso, ahora, cuando su memoria forma parte de la historia inmediata de la isla, justo es recordarle con un sentimiento de admiración y cariño, porque eso era lo que él hacía sentir en nuestros corazones.
Cuando La Palma tenía ilusiones de querer ser más y mejor
febrero 26, 2013
Juan Carlos Díaz Lorenzo
Del archivo fotográfico del entrañable amigo Fernando Rodríguez Sánchez sale esta postal de mediados de la década de los años sesenta del pasado siglo, en la que vemos la carretera general del sur, a su paso por el lugar conocido como “curva de los gomeros”. Han transcurrido casi cincuenta años y algunas cosas han cambiado, sin duda, en la isla que, entonces mucho más apacible y tranquila de lo que es ahora, vivía el punto álgido de las remesas que venían de Venezuela e hicieron posible parte importante del desarrollo posterior.
Al fondo, la ciudad de Santa Cruz de La Palma, capital de la isla y su puerto proyectado al tráfico frutero nacional y europeo, cuando algunos mercados sólo querían el plátano palmero; las escalas de los correos marítimos de la Compañía Trasmediterránea y los correíllos negros y los “santas” y también algunas sorpresas, cuando los nuevos “indianos” decidieron volver a su tierra en fechas de Bajada de la Virgen a bordo de los trasatlánticos de la emigración, haciendo el viaje a la inversa.
La Palma era entonces una tierra limitada pero tenía ilusiones legítimas de querer y poder ser más y mejor. Y en algunos momentos lo consiguió. Los palmeros que se quedaron en la isla y los que se fueron tenían siempre como referencia principal su amor por la tierra que los vio nacer. Y para ellos siempre ha sido un orgullo legítimo ser palmeros, en mayúscula, allá donde quiera que estén.
Lejos están aquellos tiempos de lo que tenemos en la actualidad en que, salvo algunas honrosas excepciones, hay instituciones en las que estamos mal gobernados por políticos carentes del sentido del buen y bien hacer; de amor, gratitud, lucha y abnegación por su tierra, convertidos en profesionales del cargo desde hace muchos años, preocupados de sus prebendas y de su protagonismo constante, sectarios algunos y oportunistas otros del bien público, convertidos en herederos de los regidores perpetuos que siempre escudan su incapacidad en lo ajeno. Esos “palmeros”, como aquellos otros del Antiguo Régimen, no son los que necesita La Palma y con ellos no habrá progreso posible.
Foto: Fernando Rodríguez Sánchez
Del faro de Punta Cumplida
enero 25, 2013
Juan Carlos Díaz Lorenzo
En su buen y bien quehacer, Fernando Rodríguez Sánchez, viejo y buen amigo, rescata para la memoria colectiva del pueblo palmero el legado arquitectónico en cualquiera de sus expresiones, cual más interesante. Desde las casonas solariegas exponentes del poderío económico de otra época, aquellas que jalonan el desarrollo urbano de la capital insular –expresión singular de la concepción urbanística del Renacimiento y la tradición portuguesa– y las que, isla adentro, constituyen ejemplos representativos del empeño de sus comitentes.
También tienen cabida en el minucioso trabajo del creador de la página web palmerosenelmundo.com las obras públicas, sea cual sea su condición y cometido -carreteras, puentes, canales, túneles…- y que tanto representan para el bienestar social de la isla desde su consecución. Entre ellas figura el faro de Punta Cumplida, en Barlovento, del que el citado autor nos envía las imágenes que ilustran estas líneas a modo de breve crónica histórica.
Localizado en la situación náutica 28º 50’ N y 17º 46’ W sobre un promontorio de su mismo nombre, llamado también Punta del Engaño, a 63 metros sobre el nivel del mar y a 34 metros sobre el nivel del terreno, la esbelta y elegante torre domina los fértiles bancales de plataneras de los campos de Oropesa y sus aledaños y es perfectamente visible cuando se gobierna al rumbo 239º, demorando entre las puntas de Gaviota y de Barlovento.
La construcción del faro tiene sus orígenes en el Plan de Alumbrado de las Islas Canarias aprobado por real orden de 28 de abril de 1857, en el que se contemplaba la construcción de un faro de segundo orden en Puntagorda, aunque estudios posteriores determinaron la conveniencia de construirlo en el extremo NE de La Palma.
El proyecto, elaborado por el Cuerpo de Ingenieros de la provincia de Canarias, fue aprobado por real orden de 9 de mayo de 1861. La construcción del inmueble se adjudicó al contratista José Ana Rodríguez González, vecino de Santa Cruz de La Palma, según consta en la real orden de 12 de agosto del mismo año, en la cantidad de 505.000 reales de vellón, es decir, 126.250 pesetas.
El faro de Punta Cumplida se encendió por primera vez en abril de 1867, aunque de forma temporal. El edificio y la torre son los originales, excepto la reforma efectuada en esta última para acoplar la nueva linterna, que se hizo de mampostería, añadiéndosele una nueva balconada. Está formado por un cuadrado de 19,5 metros de lado, previsto para albergar a tres torreros, “una magnífica casa con cuantas comodidades son apetecibles” –escribe Juan B. Lorenzo, así como habitaciones de inspección, almacenes, carbonera y lavadero, comunicado por un patio central, ahora cubierto, bajo el cual se encontraba un gran aljibe de 100 metros cúbicos para almacenar el agua.
El edificio es de mampostería con adornos de sillería basáltica en cornisas, jambas y dinteles. La torre, del mismo tipo de sillería y ligeramente troncocónica, está parcialmente adosada en el lado mar y tiene en su base un diámetro de 5,30 metros. Hasta la cornisa superior tiene una altura de 30 metros y se accede por una escalera de caracol de 158 peldaños, que asciende circundando un núcleo central de alma hueca por donde antaño bajaba el peso motor. El diámetro interior mide 2,70 metros y recibe la luz por medio de 12 aberturas practicadas seis a seis en generatrices opuestas, sobre el plano longitudinal de la fachada principal.
En sus comienzos estaba provisto de un aparato Lepaute de 1,35 m de diámetro, compuesto de tres cuerpos. Resulta interesante la definición que hace el experto Miguel Angel Sánchez Terry, al respecto: “El superior de doce anillos catadióptricos, divididos en 8 paneles, el central de 8 lentes dióptricas y el inferior de siete anillos catadióptricos en que los dos primeros giraban sobre un carro circular de tejos o galés, accionados por una máquina de relojería con regulador de aletas y peso motor. También tenía una linterna de doce lados, cristales planos y montantes verticales”, todo ello producto del mismo fabricante, que habían sido adquiridos, junto con la óptica, en el precio de 45.506,25 pesetas.
El alumbrado se producía mediante una lámpara Degrand para aceite de oliva, que más tarde sería sustituido por un sistema de relojería de émbolo y peso con mechero Dotty de tres mechas, que empleó parafina y petróleo. En 1937 la lámpara se encontraba en muy mal estado, de modo que fue sustituida por una de nivel constante y con el mismo mechero. Tenía una luz giratoria variada por destellos de minuto en minuto y 25 millas de alcance.
Antaño el agua se traía a lomo de bestias en cántaros desde la fuente de La Fajana, hasta que en los años en que fue alcalde Juan Brito, padre del torrero Maximiliano Brito, cedió una red de agua de su propiedad en Las Fontiñas, para que las familias que vivían en el faro tuvieran el abastecimiento garantizado.
En febrero de 1947 este sistema se sustituyó por otro incandescente por vapor de petróleo a presión Chance, para capillos de 35 mm que contaba con una lámpara Maris de reserva. Luego se hicieron algunas modificaciones en el sistema de giro, funcionando a un ritmo más rápido con su luz característica de 45 segundos.
El 1 de diciembre de 1982 entró de nuevo en servicio después de una importante reforma, en la que se sustituyó toda la instalación óptica y luminosa. La linterna anterior –que se encuentra ubicada en la estación marítima de Santa Cruz de Tenerife como elemento decorativo- se cambió por una cilíndrica Racional de 2,25 metros de diámetro y montantes helicoidales, dotada de un equipo AGA de lámparas de haz sellado, montadas seis a seis sobre las caras de un prisma cuadrangular que forma el inducido de un motor paso a paso controlado por un sistema electrónico. La característica actual consiste en destellos blancos de una intensidad equivalente a 400.000 candelas, con un alcance de 20,7 millas en buen tiempo.
Fotos: Fernando Rodríguez Sánchez
El encanto nocturno de la ciudad noble
diciembre 20, 2012
Juan Carlos Díaz Lorenzo
Tiene Santa Cruz de La Palma, sea de día, sea de noche, un encanto especial. La traza renacentista de su fisonomía urbanística le confiere un atractivo singular, en el que la arquitectura de siglos y el buen quehacer de sus gentes han puesto todo lo demás. La ciudad, como es conocida en el lenguaje popular, es única en Canarias y su eje longitudinal –la emblemática calle Real– acaso sea el foro más representativo de la idiosincrasia insular.
La ciudad en la noche se llena de luces anaranjadas que cumplen con la normativa de la ley del Cielo, esa misma que hace posible el trabajo de los científicos en las cumbres de la crestería empeñados en descifrar los confines del Universo. Desde cualquier rincón la imagen se convierte en una evocación de sentimientos puros, pero acaso sea desde el Risco de la Concepción donde alcance su máxima expresión. Como bien lo refleja José Javier Pérez Martín en su buen quehacer fotográfico, en la imagen que acompaña.
Foto: José Javier Pérez Martín
Indianos 2013
octubre 19, 2012
Juan Carlos Díaz Lorenzo
La fiesta más emblemática del Carnaval palmero, Los Indianos 2013, ya tiene cartel. Es obra del artista palmero Víctor Jaubert. Lo publicamos con mucho gusto, pues es el anuncio formal de la emblemática cita. En la composición alegre y desenfadada, su autor ha sabido plasmar la impronta de la fiesta blanca por excelencia, en la que la tradición, el encanto y la diversión se dan la mano.
Bien es verdad que en esta oportunidad las singladuras del vapor “La Palma” –que ya es centenario- son más cercanas en el tiempo y acaso como nexo de unión con el puerto de Santa Cruz de Tenerife, escala principal de la línea principal con Cuba, desembarcan los indianos musicados y las señoras con elegantes sombrillas y pamelas, mientras la Negra Tomasa les recibe y les acompaña, como señas de identidad del ambiente tropical del otro lado del Atlántico.
Los Indianos están a la vuelta del año. Y para ese momento espectacular los días se van contando ahora en pocos meses, que luego serán unas semanas y finalmente habrá llegado la cita. Ritmos caribeños, evocación de los años idos para siempre y de una tradición arraigada en el más genuino, que el 11 de febrero de 2013 tiene su gran cita. Baúles, matules, loros, marimbas, maracas y la elegancia en los vestidos acompañan a la música y la diversión en una de las tradiciones más arraigadas, entre polvos de talco a raudales y mucha diversión.
Autor del cartel: Víctor Jaubert
Luces de La Palma en la inmensidad de la noche
agosto 24, 2012
Juan Carlos Díaz Lorenzo
La Palma en la noche muestra sus galas adornada por el manto cósmico de la bóveda celeste. Es una imagen singular, la de un momento preciso. Inédita para quienes descansan. Quizás nos hace comprender mejor el encanto del espacio en el que nos encontramos. Y lo podemos apreciar gracias al buen y bien hacer de Fernando Rodríguez Sánchez y de su cámara fotográfica, cuyo excelente trabajo fruto de la paciencia nos ofrece. De su identidad noble afirmada en el paisanaje.
Se ha propuesto el autor –amigo entrañable de días felices- acercarnos la imagen nocturna de la isla de La Palma. De sus pueblos y de sus casas. De sus gentes que descansan en la placidez y la quietud. Y lo hace con maestría, criterio, buen encuadre y mejor definición. Al amparo de la ley del Cielo que protege el trabajo científico del Observatorio Astrofísico del Roque de los Muchachos, donde la ciencia y la tecnología parecen una simbiosis sustentada en la magia.
Las imágenes se prestan a vivencias, a reencuentros y también a silencios. El silencio de la noche impregnado de las luces que dibujan el entorno que tanto conocemos pero que se somete a diferentes interpretaciones. Son imágenes nítidas, próximas, precisas, tiene un indudable encanto y, al mismo tiempo, es una imagen diferente convertida en un placer para los sentidos, en un regalo para la imaginación. Nos hace recordar los pensamientos de quienes a finales del siglo XIX y las décadas de la centuria siguiente hilvanaron sus teorías sobre el arte y el sentido estético de la fotografía.
Y, al mismo tiempo, en el disfrute intenso de las luces, los claros y los oscuros, nos conduce al sosiego de saber que, aún en la inmensidad de la noche, en unas horas llegará la grandiosidad de un nuevo amanecer. Y así disfrutaremos de las cosas grandes y las cosas pequeñas que nos proporciona nuestro pulso vital y cotidiano. Como sucede cada mañana, como sucede cada día.
Fotos: Fernando Rodríguez Sánchez