Juan Carlos Díaz Lorenzo

En estos tiempos de abundancia económica para unos pocos y en los que la mayoría sufrimos los rigores de la crisis, el Cabildo Insular de La Palma ha tenido la feliz idea de gastarse 50.000 euritos de nada en el traslado de la linterna del faro de Punta Cumplida, que desde hace años se encuentra en el hall de la estación marítima del puerto de Santa Cruz de Tenerife, hasta su emplazamiento en el pueblo de Barlovento, para disfrute visual de sus parroquianos y visitantes.

La linterna, que estuvo muchos años abandonada hasta que la recuperó y restauró un técnico especialista en señales marítimas llamado Baudilio Brito –barloventero, por cierto–, existe gracias al interés de esta persona y del entonces presidente de la Autoridad Portuaria, que no es el actual. Nos parece excelente la idea de que regrese a Barlovento y de que tenga el espacio que le corresponde, pues ciertamente se trata de una pieza patrimonial muy atractiva, interesante y llamativa.

Perspectiva de la linterna del faro de Barlovento

Lo que nos llama la atención es el coste del traslado y emplazamiento. Decisión que nos resulta sorprendente, a priori, teniendo en cuenta que 50.000 euros nos parece mucho dinero –mucho,  quizás, para una cuestión así en estos momentos– para la devolución y reinstalación como objeto decorativo de una pieza histórica al pueblo donde se encuentra el faro –primera obra pública de importancia realizada en la isla a mediados del siglo XIX– y del que formó parte, pero no a costa del erario del Cabildo palmero, cuando hay otras necesidades mucho más importantes que atender con esa cuantía.

Dicho esto, ese dinero bien podría salir de las arcas de la Autoridad Portuaria de Santa Cruz de Tenerife, que ingresa todos los años cantidades importantes en su caja pública procedentes de las escalas de los buques en el puerto de Santa Cruz de La Palma. De los cruceros, sobre todo, esos que tanto ensalzan desde el organismo portuario. De las tarifas diversas por atraques, alquileres de la marina, ocupación de superficie y varios conceptos más. Y ya que la representación provincial del ente público parece tan motivada con la devolución de este artilugio de la técnica de señales marítimas, bien podría tener el detalle, a la vista de cómo están las cosas, en gastarse ese dinerito de su bolsillo y dar muestras con ello de su aprecio y admiración por el pueblo palmero.

Nos duele expresamente que el Cabildo Insular de La Palma se gaste en estos momentos 50.000 euros sin mirar hacia los lados cuando hay en la isla dificultades de todo tipo para las que ese dinero bien podría ser un alivio. Cuando hay más de diez mil parados, cuando hay familias que lo están pasando muy mal, cuando no hay trabajo, cuando hay hijos que no pueden estudiar, cuando hay padres que no pueden comprar libros a sus hijos y pagar guarderías, cuando se obliga al traslado de estudiantes de un pueblo a otro, cuando hay jóvenes muy capaces que no pueden costearse estudios superiores, cuando hay enfermos que no pueden valerse, cuando hay deficiencias sanitarias abultadas, cuando hay carreteras en mal estado y entre ellas la del norte de La Palma, cuando hay… ¿seguimos?

Apelamos a la cordura y la sensatez de dos políticos palmeros que nos merecen todo el respeto como tales: Anselmo Pestana, vicepresidente y Jorge González, consejero insular de Obras Públicas. Apelamos para que en su demostrada capacidad de gestores públicos encuentren otro “paganini”, pero que no sea a costa de las arcas del pueblo palmero. No en estos momentos. Siendo como somos especialistas en patrimonio histórico-artístico, estamos plenamente de acuerdo con el traslado y la exhibición de la histórica pieza, repetimos, pero ahora hay otras prioridades y también otras posibles soluciones y no pasa por malgastar 50.000 euros –algo más de ocho millones de las antiguas pesetas–  cuando La Palma socialmente se nos muere cada día un poco más.

Foto: elapuron.com

La laguna de Barlovento

abril 27, 2013

Juan Carlos Díaz Lorenzo

La memoria fértil nos traslada a los años en los que siendo un niño íbamos en unión de nuestros padres de excursión al pueblo de Barlovento, y llegábamos a un cráter recubierto de abundante vegetación y tierra rojiza en la que se cultivaba y en el que pastaban unas vacas. En el fondo había un charco de agua que recogía las escorrentías de la pendiente de los alrededores. La brisa aceleraba el paso de las nubes ligeras que se deshacían en un abrir y cerrar de ojos y le confería al lugar un atractivo singular.

Decían a finales de los años sesenta que allí se iba a construir un embalse que sería el más grande de Canarias y suministraría agua mediante un largo canal de algo más de 80 kilómetros de recorrido hasta el pueblo de Fuencaliente, favoreciendo con ello especialmente los cultivos de plataneras. Años después, cuando volvimos al mismo lugar, la charca estaba en construcción. El proyecto inicial consistía en cubrir la depresión con tierra arcillosa de la zona. Pero no retenía el agua, por lo que en la década de los ochenta se hicieron pruebas con otras arcillas y entre 1989 y 1992 se instaló una lámina impermeabilizante y se rebajó la cota a 25 metros.

Panorámica de la laguna de Barlovento, en una imagen inusual

La laguna de Barlovento, que así es como la conocemos, está a unos 600 m de altitud sobre el nivel del mar y tiene una capacidad de cinco millones de metros cúbicos. Tuvimos ocasión de verla varias veces casi totalmente llena y seguimos con especial atención el lamentable suceso de su rotura, en abril de 2011, en el que se perdieron más de tres millones de metros cúbicos de agua. Y como siempre ocurre en esta isla nuestra, no hay responsabilidades políticas. El apego de algunos/as al cargo es delirante. El día en que los daños y perjuicios pasen al bolsillo de los malos gobernantes, nos irá mucho mejor a todos y algunos se pensarán dos veces las cosas.

La zona tiene un atractivo especial. En varias ocasiones hemos tenido la oportunidad de disfrutar del parque recreativo de la zona envuelto en vegetación de fayal-brezal.  Tiene una zona de acampada, un restaurante en el que se come bien y al bordear el acceso encontramos un llano en el que los parroquianos celebran la Fiesta de la Cruz, con asistencia de gentes de toda la isla. En la foto de Antonio Márquez, autor de fotosaereasdecanarias.com –una página web muy recomendable–, una inusual perspectiva de la laguna. Barlovento tiene encanto.

Foto: fotosareasdecanarias.com

Juan Carlos Díaz Lorenzo

La memoria fértil nos halaga el recuerdo de un hombre que pertenece a una generación de palmeros que dieron todo lo mejor de sí mismos y crearon isla y patria dentro y fuera de las fronteras insulares. De los que realmente creyeron en las posibilidades de su tierra natal y animaron entusiasmos plenos de buen y bien hacer. Todo un ejemplo para las generaciones que le han relevado.

Y como todos los hombres capaces de su generación, era persona de orden y respeto. De palabra y criterio. Roberto Cutillas Sosvilla ha rendido su última singladura después de 94 años de vida intensa en la que conoció el éxito respaldado por el trabajo constante y el magisterio fecundo plasmado en la lealtad, el sacrificio y el buen criterio. Un gran palmero, acaso sin él pretenderlo.

Roberto Cutillas Sosvilla, un palmero en esencia. Constante y leal

Su nombre está asociado a la industria del motor en La Palma. El taller Cutillas, en Los Llanos de Aridane y la representación de la firma automovilística Renault en la isla, modelo de empresa familiar que ha superado etapas y tenía un referente preciso en su persona. Como palmero que se precie, la agricultura fue otra de sus vocaciones y también en esta faceta supo volcar su imaginación e innovación e hizo lo que mejor creía.

Le conocimos en trato directo a partir de 1979 en su etapa de consejero del Cabildo Insular de La Palma, por la Unión de Centro Democrático (UCD). De aquella corporación de hombres y mujeres que llegaron a la política imbuidos de la necesidad de revitalizar el pulso democrático y de abrir nuevos horizontes para su isla. Una corporación de lujo, de palmeros conjurados en una única dirección y con esfuerzo constante, que marcaron un camino, el mejor posible entonces.

Muchas veces nos alegró visitarle en su taller para saludarle y volver a contemplar parte de nuestra vida: un camión “Indiana” que había sido propiedad de Antonio Hernández de Paz, vecino de Fuencaliente y pariente nuestro, y que tanto Roberto Cutillas Sosvilla como sus hijos han sabido conservar. Un ejemplo de lo que era el transporte por carretera desde los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado.

Hacía tiempo que no le veíamos. La última vez fue en el puerto de Tazacorte comiendo con su familia en el restaurante “Playa-mont”. Volvimos a saludarnos con la afectuosidad y el aprecio de siempre. Por eso, ahora, cuando su memoria forma parte de la historia inmediata de la isla, justo es recordarle con un sentimiento de admiración y cariño, porque eso era lo que él hacía sentir en nuestros corazones.

Juan Carlos Díaz Lorenzo

Del archivo fotográfico del entrañable amigo Fernando Rodríguez Sánchez sale esta postal de mediados de la década de los años sesenta del pasado siglo, en la que vemos la carretera general del sur, a su paso por el lugar conocido como “curva de los gomeros”. Han transcurrido casi cincuenta años y algunas cosas han cambiado, sin duda, en la isla que, entonces mucho más apacible y tranquila de lo que es ahora, vivía el punto álgido de las remesas que venían de Venezuela e hicieron posible parte importante del desarrollo posterior.

Al fondo, la ciudad de Santa Cruz de La Palma, capital de la isla y su puerto proyectado al tráfico frutero nacional y europeo, cuando algunos mercados sólo querían el plátano palmero; las escalas de los correos marítimos de la Compañía Trasmediterránea y los correíllos negros y los “santas” y también algunas sorpresas, cuando los nuevos “indianos” decidieron volver a su tierra en fechas de Bajada de la Virgen a bordo de los trasatlánticos de la emigración, haciendo el viaje a la inversa.

La Palma, en una estampa de isla tranquila y apacible de los años sesenta

La Palma era entonces una tierra limitada pero tenía ilusiones legítimas de querer y poder ser más y mejor. Y en algunos momentos lo consiguió. Los palmeros que se quedaron en la isla y los que se fueron tenían siempre como referencia principal su amor por la tierra que los vio nacer. Y para ellos siempre ha sido un orgullo legítimo ser palmeros, en mayúscula, allá donde quiera que estén.

Lejos están aquellos tiempos de lo que tenemos en la actualidad en que, salvo algunas honrosas excepciones, hay instituciones en las que estamos mal gobernados por políticos carentes del sentido del buen y bien hacer; de amor, gratitud, lucha y abnegación por su tierra, convertidos en profesionales del cargo desde hace muchos años, preocupados de sus prebendas y de su protagonismo constante, sectarios algunos y oportunistas otros del bien público, convertidos en herederos de los regidores perpetuos que siempre escudan su incapacidad en lo ajeno. Esos “palmeros”, como aquellos otros del Antiguo Régimen, no son los que necesita La Palma y con ellos no habrá progreso posible.

Foto: Fernando Rodríguez Sánchez

Juan Carlos Díaz Lorenzo

En su buen y bien quehacer, Fernando Rodríguez Sánchez, viejo y buen amigo, rescata para la memoria colectiva del pueblo palmero el legado arquitectónico en cualquiera de sus expresiones, cual más interesante. Desde las casonas solariegas exponentes del poderío económico de otra época, aquellas que jalonan el desarrollo urbano de la capital insular –expresión singular de la concepción urbanística del Renacimiento y la tradición portuguesa– y las que, isla adentro, constituyen ejemplos representativos del empeño de sus comitentes.

También tienen cabida en el minucioso trabajo del creador de la página web palmerosenelmundo.com las obras públicas, sea cual sea su condición y cometido -carreteras, puentes, canales, túneles…- y que tanto representan para el bienestar social de la isla desde su consecución. Entre ellas figura el faro de Punta Cumplida, en Barlovento, del que el citado autor nos envía las imágenes que ilustran estas líneas a modo de breve crónica histórica.

La torre se levanta a 34 m sobre el nivel del terreno

Localizado en la situación náutica 28º 50’ N y 17º 46’ W sobre un promontorio de su mismo nombre, llamado también Punta del Engaño, a 63 metros sobre el nivel del mar y a 34 metros sobre el nivel del terreno, la esbelta y elegante torre domina los fértiles bancales de plataneras de los campos de Oropesa y sus aledaños y es perfectamente visible cuando se gobierna al rumbo 239º, demorando entre las puntas de Gaviota y de Barlovento.

La construcción del faro tiene sus orígenes en el Plan de Alumbrado de las Islas Canarias aprobado por real orden de 28 de abril de 1857, en el que se contemplaba la construcción de un faro de segundo orden en Puntagorda, aunque estudios posteriores determinaron la conveniencia de construirlo en el extremo NE de La Palma.

El proyecto, elaborado por el Cuerpo de Ingenieros de la provincia de Canarias, fue aprobado por real orden de 9 de mayo de 1861. La construcción del inmueble se adjudicó al contratista José Ana Rodríguez González, vecino de Santa Cruz de La Palma, según consta en la real orden de 12 de agosto del mismo año, en la cantidad de 505.000 reales de vellón, es decir, 126.250 pesetas.

La escalera de caracol para acceder a la linterna tiene 158 peldaños

El faro de Punta Cumplida se encendió por primera vez en abril de 1867, aunque de forma temporal. El edificio y la torre son los originales, excepto la reforma efectuada en esta última para acoplar la nueva linterna, que se hizo de mampostería, añadiéndosele una nueva balconada. Está formado por un cuadrado de 19,5 metros de lado, previsto para albergar a tres torreros, “una magnífica casa con cuantas comodidades son apetecibles” –escribe Juan B. Lorenzo, así como habitaciones de inspección, almacenes, carbonera y lavadero, comunicado por un patio central, ahora cubierto, bajo el cual se encontraba un gran aljibe de 100 metros cúbicos para almacenar el agua.

El edificio es de mampostería con adornos de sillería basáltica en cornisas, jambas y dinteles. La torre, del mismo tipo de sillería y ligeramente troncocónica, está parcialmente adosada en el lado mar y tiene en su base un diámetro de 5,30 metros. Hasta la cornisa superior tiene una altura de 30 metros y se accede por una escalera de caracol de 158 peldaños, que asciende circundando un núcleo central de alma hueca por donde antaño bajaba el peso motor. El diámetro interior mide 2,70 metros y recibe la luz por medio de 12 aberturas practicadas seis a seis en generatrices opuestas, sobre el plano longitudinal de la fachada principal.

En sus comienzos estaba provisto de un aparato Lepaute de 1,35 m de diámetro, compuesto de tres cuerpos. Resulta interesante la definición que hace el experto Miguel Angel Sánchez Terry, al respecto: “El superior de doce anillos catadióptricos, divididos en 8 paneles, el central de 8 lentes dióptricas y el inferior de siete anillos catadióptricos en que los dos primeros giraban sobre un carro circular de tejos o galés, accionados por una máquina de relojería con regulador de aletas y peso motor. También tenía una linterna de doce lados, cristales planos y montantes verticales”, todo ello producto del mismo fabricante, que habían sido adquiridos, junto con la óptica, en el precio de 45.506,25 pesetas.

Desde 1982 el faro tiene nuevo aparato óptico y luminoso

El alumbrado se producía mediante una lámpara Degrand para aceite de oliva, que más tarde sería sustituido por un sistema de relojería de émbolo y peso con mechero Dotty de tres mechas, que empleó parafina y petróleo. En 1937 la lámpara se encontraba en muy mal estado, de modo que fue sustituida por una de nivel constante y con el mismo mechero. Tenía una luz giratoria variada por destellos de minuto en minuto y 25 millas de alcance.

Antaño el agua se traía a lomo de bestias en cántaros desde la fuente de La Fajana, hasta que en los años en que fue alcalde Juan Brito, padre del torrero Maximiliano Brito, cedió una red de agua de su propiedad en Las Fontiñas, para que las familias que vivían en el faro tuvieran el abastecimiento garantizado.

Su aspecto arquitectónico es de una singular belleza

En febrero de 1947 este sistema se sustituyó por otro incandescente por vapor de petróleo a presión Chance, para capillos de 35 mm que contaba con una lámpara Maris de reserva. Luego se hicieron algunas modificaciones en el sistema de giro, funcionando a un ritmo más rápido con su luz característica de 45 segundos.

El 1 de diciembre de 1982 entró de nuevo en servicio después de una importante reforma, en la que se sustituyó toda la instalación óptica y luminosa. La linterna anterior –que se encuentra ubicada en la estación marítima de Santa Cruz de Tenerife como elemento decorativo- se cambió por una cilíndrica Racional de 2,25 metros de diámetro y montantes helicoidales, dotada de un equipo AGA de lámparas de haz sellado, montadas seis a seis sobre las caras de un prisma cuadrangular que forma el inducido de un motor paso a paso controlado por un sistema electrónico. La característica actual consiste en destellos blancos de una intensidad equivalente a 400.000 candelas, con un alcance de 20,7 millas en buen tiempo.

Fotos: Fernando Rodríguez Sánchez

Juan Carlos Díaz Lorenzo

Tiene Santa Cruz de La Palma, sea de día, sea de noche, un encanto especial. La traza renacentista de su fisonomía urbanística le confiere un atractivo singular, en el que la arquitectura de siglos y el buen quehacer de sus gentes han puesto todo lo demás. La ciudad, como es conocida en el lenguaje popular, es única en Canarias y su eje longitudinal –la emblemática calle Real– acaso sea el foro más representativo de la idiosincrasia insular.

La ciudad en la noche se llena de luces anaranjadas que cumplen con la normativa de la ley del Cielo, esa misma que hace posible el trabajo de los científicos en las cumbres de la crestería empeñados en descifrar los confines del Universo. Desde cualquier rincón la imagen se convierte en una evocación de sentimientos puros, pero acaso sea desde el Risco de la Concepción donde alcance su máxima expresión. Como bien lo refleja José Javier Pérez Martín en su buen quehacer fotográfico, en la imagen que acompaña.

Las luces de la ciudad contrastan con la negritud de la noche decembrina

Foto: José Javier Pérez Martín

Juan Carlos Díaz Lorenzo

En lo alto del barrio de Las Manchas el monumento dedicado a Nuestra Señora de Fátima señala el sitio exacto donde, en la mañana del 8 de julio de 1949, la lava del volcán de San Juan cambió bruscamente su camino arrollador cuando amenazaba a la histórica ermita de San Nicolás de Bari, templo de comienzos del siglo XVIII. La imagen de Fernando Rodríguez Sánchez nos hace comprender con precisión el detalle que cuanto comentamos.

El párroco de entonces, que también lo era de Fuencaliente, Blas Santos Pérez, temeroso y resignado ante lo que parecía inminente, había dado la orden, desde el momento en el que se supo por donde había salido la lava, de desmontar y evacuar todo lo posible de la querida iglesia, contando con las manos voluntariosas de los vecinos que también se aprestaban a evacuar sus casas y sus ganados.

Sin embargo, cuando a media mañana unos muchachos llegaron corriendo a donde estaba el cura y algunos feligreses para informarle de que la masa ígnea se había detenido y seguía otro camino, a escasos metros de la ermita, el sacerdote y los vecinos sintieron un alivio indescriptible. De ahí surgió la promesa del párroco, cumplida años más tarde, de levantar el citado monumento que forma parte de la identidad del pueblo manchero y es parte de la historia contemporánea de La Palma.

El curso de la lava del volcán de San Juan (1949), la ermita y el monumento de Fátima

Foto: Fernando Rodríguez Sánchez (palmerosenelmundo.com)

Indianos 2013

octubre 19, 2012

Juan Carlos Díaz Lorenzo

La fiesta más emblemática del Carnaval palmero, Los Indianos 2013, ya tiene cartel. Es obra del artista palmero Víctor Jaubert. Lo publicamos con mucho gusto, pues es el anuncio formal de la emblemática cita. En la composición alegre y desenfadada, su autor ha sabido plasmar la impronta de la fiesta blanca por excelencia, en la que la tradición, el encanto y la diversión se dan la mano.

Bien es verdad que en esta oportunidad las singladuras del vapor “La Palma” –que ya es centenario- son más cercanas en el tiempo y acaso como nexo de unión con el puerto de Santa Cruz de Tenerife, escala principal de la línea principal con Cuba, desembarcan los indianos musicados y las señoras con elegantes sombrillas y pamelas, mientras la Negra Tomasa les recibe y les acompaña, como señas de identidad del ambiente tropical del otro lado del Atlántico.

Los Indianos están a la vuelta del año. Y para ese momento espectacular los días se van contando ahora en pocos meses, que luego serán unas semanas y finalmente habrá llegado la cita. Ritmos caribeños, evocación de los años idos para siempre y de una tradición arraigada en el más genuino, que el 11 de febrero de 2013 tiene su gran cita. Baúles, matules, loros, marimbas, maracas y la elegancia en los vestidos acompañan a la música y la diversión en una de las tradiciones más arraigadas, entre polvos de talco a raudales y mucha diversión.

Este es el cartel oficial de la Fiesta de los Indianos 2013

Autor del cartel: Víctor Jaubert

Cuando los viajes a ultramar

septiembre 14, 2012

Juan Carlos Díaz Lorenzo

Corría el año 1912, en tiempos de la intensa emigración palmera a Cuba. Compañía Trasatlántica Española operaba seis líneas marítimas, dos de las cuales hacían escala en el puerto de Santa Cruz de La Palma. La histórica naviera española, fundada en 1888 por Antonio López, era bastante conocida de nuestros emigrantes, incluso antes de que, en diciembre de 1899, con la primera escala del trasatlántico «Montevideo» y gracias a los esfuerzos personales del empresario y consignatario Juan Cabrera Martín, se vinculara para siempre con la historia marinera de la Isla.

Desde mucho antes, los emigrantes palmeros repartían sus preferencias entre los barcos de la Trasatlántica, J. Jover Serra, Tayá y de Pinillos Izquierdo y Cía., por una razón fundamental: a bordo se hablaba español, aunque ello no siempre fue un problema insalvable para otros muchos pasajeros que, por diversas razones (rapidez, precios, comida, calidad de los alojamientos, trato a bordo, etc.) optaron por los barcos de línea franceses y alemanes.

Hasta entonces, los transbordos, tanto en los viajes de ida como en los de vuelta, se hacían en los puertos de Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas, para lo cual se ofrecía un billete combinado que incluía el viaje a bordo de los históricos correíllos negros de la Compañía de Vapores Correos Interinsulares Canarios, donde se reunían, además, los emigrantes de las otras islas siempre mal llamadas menores.

Fachada de la Casa Cabrera, representante de Compañía Trasatlántica en La Palma

La Palma, entonces y a diferencia de los tiempos en que nos ha tocado vivir, tenía luz propia y ocupaba la tercera posición dentro del archipiélago. Un plantel de políticos e intelectuales entusiastas y claramente comprometidos con el devenir de su tierra, luchaba con denuedo por el bien común, dentro y fuera de la isla. Discurso que hace tiempo echamos en falta para una clase política –salvo honrosas excepciones- caracterizada por una marcada atonía e ineficiencia, carencia de ideas y de imaginación, visión negativa y pesimista, críticas destructivas que desdicen a sus personas, además de excesivo afán de protagonismo y descarado apego vitalicio al cargo.

Sin embargo, cuando Trasatlántica inauguró sus escalas en el puerto palmero, atrajo también a los emigrantes de La Gomera y El Hierro, dos islas que también generaban un flujo emigratorio, pues los itinerarios de los correíllos, así como de los veleros y otros barcos del cabotaje, hacían más atractiva la posibilidad de embarcar y desembarcar en el puerto de Santa Cruz de La Palma. A ello contribuía, sin duda, la publicidad de la época, en la que todos los pueblos de la Isla estaban literalmente empapelados de carteles anunciando las próximas salidas de barcos para Cuba, conteniendo mensajes breves donde se hacía referencia al “exquisito trato” a bordo, aunque no siempre fue así.

La línea más importante relacionada con Canarias, sin duda, era la que correspondía al servicio del Caribe, Venezuela y Colombia, que consistía en un servicio mensual que partía de Barcelona el día 10 de cada mes, y hacía escalas en Valencia (día 11), Málaga (13) y Cádiz (15), desde donde continuaba a Las Palmas, Santa Cruz de Tenerife y Santa Cruz de La Palma, a donde llegada el día 19 –de ahí que la voz popular llamara a los barcos de Trasatlántica “los vapores del 19”-, continuando viaje a La Habana, Puerto Limón y Colón.

El día 12 de cada mes el barco seguía viaje en demanda de Sabanilla, Curaçao, Puerto Cabello y La Guaira. Compañía Trasatlántica admitía pasajeros y carga para Veracruz y Tampico, con transbordo en La Habana. Además, ofrecía un servicio combinado por el ferrocarril de Panamá con las compañías de navegación del Pacífico, para cuyos puertos admitía pasajeros y carga con billetes y conocimientos directos. También admitía carga para Maracaibo y Coro con transbordo en Curaçao y para Cumaná, Carúpano y Trinidad, con transbordo en Puerto Cabello.

La segunda línea marítima vinculada con el puerto de Santa Cruz de La Palma era la denominada línea de Canarias y Fernando Poo, que consistía en un servicio mensual con salida desde el puerto de Barcelona el día 2 de cada mes y escalas en Valencia (3), Alicante (4) y Cádiz (7), continuando después en demanda de los puertos de Tánger, Casablanca, Mazagán, Las Palmas, Santa Cruz de Tenerife, Santa Cruz de La Palma y puertos de la costa occidental de África. El regreso de Fernando Poo se hacía el día 5 de cada mes, y hacía escalas en Canarias y la Península, dando así cumplimiento a lo establecido en el contrato de comunicaciones.

El vapor «Montevideo», primer buque de Trasatlántica que estuvo en La Palma

Compañía Trasatlántica Española ofrecía también los servicios de la línea de Cuba y Méjico, de carácter mensual, que salía de Bilbao el día 17 de cada mes y hacía escalas en Santander (20) y La Coruña (21), continuando viaje directo a La Habana, Veracruz y Tampico. La salida desde este último puerto se hacía el día 13 de cada mes, continuando a Veracruz (16) y La Habana (20), desde donde seguía directo a La Coruña y Santander. Se admitía pasaje y carga para Costa Firme y el Pacífico con transbordo en La Habana al vapor de la línea Venezuela-Colombia. Para este servicio “rigen rebajas especiales en pasajes de ida y vuelta y también precios convencionales para camarotes de lujo”.

La línea de Buenos Aires consistía en un servicio mensual que podía salir opcionalmente de Génova el día primero de cada mes, haciéndolo de Barcelona el día 4, con escalas en Málaga (5) y Cádiz (7), directo a Santa Cruz de Tenerife, Montevideo y Buenos Aires, emprendiendo el viaje de regreso el día 2 de cada mes, con escalas en Montevideo (3) y cruzando el Atlántico directo a Canarias, Cádiz, Barcelona y, si la demanda lo justificaba, rendía viaje en Génova. Este servicio permitía, además, una combinación por trasbordo con los puertos de Galicia y Norte de España.

La línea Brasil-Plata consistía en un servicio mensual que salía de Bilbao el día 16 de cada mes, con escalas en Santander (16), Gijón (17), La Coruña (18), Vigo (19), Lisboa (20) y Cádiz (23), continuando directamente a Río de Janeiro, Santos, Montevideo y Buenos Aires. Cada día 16 zarpaba de Buenos Aires, con escalas en Montevideo, Santos, Rio de Janeiro, Santa Cruz de Tenerife, Las Palmas (estas dos últimas escalas alternando en cada viaje), Lisboa, Vigo, La Coruña, Gijón, Santander y Bilbao.

Por entonces, Trasatlántica cubría también la línea de Filipinas, que consistía en una expedición cada cuatro semanas a partir del día 6 de enero, con salida desde Barcelona, aunque el itinerario oficial empezaba en Liverpool, La Coruña, Vigo, Lisboa, Cádiz, Cartagena y Valencia, continuando desde Barcelona en demanda de Port Said, Suez, Colombo, Singapore, Ilo-Ilo y Manila. Desde Manila regresaba cada cuatro semanas a partir del día 23 de enero con escalas en Singapore, Colombo, Suez, Port Said, Barcelona, Valencia, Cádiz, Lisboa, Vigo, La Coruña, Santander y Liverpool.

En 1912, la flota de Compañía Trasatlántica Española estaba compuesta por 23 buques: «Reina Victoria Eugenia» e «Infanta Isabel de Borbón», 15.400 toneladas de desplazamiento cada uno; «Alfonso XII» (6.748 toneladas), «Antonio López» (5.975 toneladas), «Manuel Calvo» (5.617 toneladas), «Buenos Aires» (5.205 toneladas), «Montevideo» (5.205 toneladas), «Alfonso XIII» (4.818 toneladas), «Reina María Cristina» (4.818 toneladas), «P. de Satrústegui» (4.671 toneladas), «León XIII» (4.640 toneladas), «Montserrat» (4.147 toneladas), «C. de Eizaguirre» (4.070 toneladas), «C. López y López» (4.046 toneladas), «Alicante» (4.032 toneladas), «Fernando Poo» (3.824 toneladas), «Cataluña» (3.665 toneladas), «Isla de Panay» (3.484 toneladas), «Ciudad de Cádiz» (3.179 toneladas), «M.L. Villaverde» (1.501 toneladas), «Joaquín del Piélago» (759 toneladas) y «Mogador» (466 toneladas).

En aquel tiempo, la Compañía Trasatlántica Española tenía su sede central en el inmueble número 8 de la Plaza del Duque de Medinaceli, en Barcelona, y contaba con delegaciones en Madrid (calle Alcalá, 43) y Cádiz (Isabel la Católica, 3). Tenía 45 agentes comerciales en el resto del país, entre ellos M. Curbelo y Cía. en Las Palmas, Viuda e Hijos de Juan La Roche en Santa Cruz de Tenerife y Juan Cabrera Martín, en Santa Cruz de La Palma.

Los barcos de Compañía Trasatlántica Española, dice la publicidad de la naviera,  “admiten carga en las condiciones más favorables y pasajeros, a quienes la compañía da alojamiento muy cómodo y trato esmerado, como ha acreditado en su dilatado servicio. Rebajas a familias. Precios convencionales por camarotes de lujo. También se admite carga y se expiden pasajes para todos los puertos del mundo, servidos por líneas regulares. La Empresa puede asegurar las mercancías que se embarquen en sus buques”.

De acuerdo con la normativa de la época, se entendía por inmigrante “todo pasajero, de cualquier clase que sea, que desembarque en aquellos países, con excepción de sus ciudadanos y de los que sin serlo tengan en ellos su residencia”.

“No podrán embarcar con dicho destino: los que padezcan de idiotismo, locura, enfermedades repugnantes o contagiosas; los polígamos, los que hubieren sufrido condena a presidio, a menos que se tratara de pena impuesta por delitos políticos; los mendigos, los ancianos que no se encuentren ya en disposición de trabajar y no tengan allá familia que pueda sostenerlos, y finalmente, todos aquellos que puedan llegar a ser una carga pública por falta de condiciones para el trabajo, si de él han de vivir”.

Los anuncios de los viajes en barco estaban en todas partes

Para la expedición del pasaje, Compañía Trasatlántica Española exigía la presentación de la cédula personal, “pero en evitación de dificultades, es aconsejable que los señores pasajeros vayan provistos de los documentos cuya presentación pueda serles exigida por las autoridades españolas”, y que podían ser los siguientes, según los casos:

1.- Cédula personal.

2.- Matrimonios. Partida de casamiento expedida en el Registro Civil. Partida de nacimiento de los hijos expedida por el Registro Civil. Si el marido no tenía la licencia absoluta de quintas, debía contar con el permiso del coronel de la Zona a que corresponda.

3.- Mujeres que vayan a reunirse con sus esposos. Además de los documentos ya mencionados deberán presentar otro documento expedido por el juez municipal justificando que van a reunirse con sus esposos.

4.- Viudas. Además de la cédula personal, deberán presentar la Fe de Óbito de sus esposos.

5.- Madres solteras mayores de edad. Además de su cédula personal, la partida de nacimiento expedida por el Registro Civil y la Fe de soltería.

6.- Menores de edad que embarquen sin sus padres. Los mayores de 14 años, su cédula personal. Partida de nacimiento expedida por el Registro Civil y el consentimiento de sus padres o tutores otorgado ante el Juez Municipal.

Respecto del servicio militar, se hacían las siguientes advertencias:

1.- Individuos que se hallen en periodo de quintas. No podrán embarcar desde que se les incluya en lista para ser sorteados hasta que hayan pasado los tres años siguientes al sorteo, ni tampoco lo que se hallen en primera reserva.

2.- Individuos afectos a la segunda reserva. Deberán presentar el permiso del coronel de la Zona a que correspondan.

3.- Libres del servicio militar. Los individuos que por su edad o condiciones se hallen libres del servicio militar, deberán ir provistos de la licencia absoluta.

4. Inscriptos marítimos. Autorización escrita del Capitán del Puerto donde verifiquen el embarque.

Para que los billetes de pasaje tuvieran validez, además de su abono correspondiente, debían estar firmados por los pasajeros, “quienes los entregarán a la llegada a bordo, a manos del oficial encargado del servicio de pasajeros o de su delegado”. Al igual que sucede en la actualidad, los billetes tenían carácter personal y no podían ser transferidos sin autorización expresa de la Compañía.

Los billetes de ida y vuelta tenían validez por un año y en el caso de La Habana, Veracruz y Puerto Méjico ofrecían un descuento del 20 % sobre el importe de los dos trayectos.  Se hacía una rebaja del 15 % en los pasajes de primera y segunda clase a las familias que sumaban cuatro o más pasajes enteros. “Los criados de familias comprendidas en este caso, que viajen con pasaje de sollado disfrutarán, por excepción, de dicha rebaja, la cual no es aplicable a los otros pasajeros de la misma clase”.

En cuanto a los niños, viajaba gratis un menor de tres años por cada familia, en primera y segunda cámara. Los demás pagaban un cuarto de pasaje cada uno. De 3 años cumplidos a 8, abonaban un cuarto de pasaje. De 8 años a 12, medio pasaje. De 12 años en adelante, pasaje entero. En 3ª clase preferente, un niño hasta 2 años gratis por familia. De 2 a 7 años, un cuarto de pasaje. De 7 a 11 años, medio pasaje. De 11 años en adelante, pasaje entero.

En el caso de los emigrantes, niño hasta dos años, gratuito. De 2 a 10 años, medio pasaje. De 10 años en adelante, pasaje entero. “Se concede una litera para un niño que pague medio pasaje, pero dos niños de una misma familia que paguen medio pasaje cada uno, sólo tienen derecho a una litera. Los transportados gratis o que paguen un cuarto de pasaje, no tienen derecho a litera. Los niños deberán tomar sus comidas aparte.  No se despachará ningún pasaje a niños menores de doce años, si no van acompañados de persona que se encargue de ellos durante todo el viaje”.

Fotos: Archivo de Juan Carlos Díaz Lorenzo

Juan Carlos Díaz Lorenzo

La Palma en la noche muestra sus galas adornada por el manto cósmico de la bóveda celeste. Es una imagen singular, la de un momento preciso. Inédita para quienes descansan. Quizás nos hace comprender mejor el encanto del espacio en el que nos encontramos. Y lo podemos apreciar gracias al buen y bien hacer de Fernando Rodríguez Sánchez y de su cámara fotográfica, cuyo excelente trabajo fruto de la paciencia nos ofrece. De su identidad noble afirmada en el paisanaje.

Se ha propuesto el autor –amigo entrañable de días felices- acercarnos la imagen nocturna de la isla de La Palma. De sus pueblos y de sus casas. De sus gentes que descansan en la placidez y la quietud. Y lo hace con maestría, criterio, buen encuadre y mejor definición. Al amparo de la ley del Cielo que protege el trabajo científico del Observatorio Astrofísico del Roque de los Muchachos, donde la ciencia y la tecnología parecen una simbiosis sustentada en la magia.

Las luces vigilan el sueño de quienes descansan

Las imágenes se prestan a vivencias, a reencuentros y también a silencios. El silencio de la noche impregnado de las luces que dibujan el entorno que tanto conocemos pero que se somete a diferentes interpretaciones. Son imágenes nítidas, próximas, precisas, tiene un indudable encanto y, al mismo tiempo, es una imagen diferente convertida en un placer para los sentidos, en un regalo para la imaginación. Nos hace recordar los pensamientos de quienes a finales del siglo XIX y las décadas de la centuria siguiente hilvanaron sus teorías sobre el arte y el sentido estético de la fotografía.

Y, al mismo tiempo, en el disfrute intenso de las luces, los claros y los oscuros, nos conduce al sosiego de saber que, aún en la inmensidad de la noche, en unas horas llegará la grandiosidad de un nuevo amanecer. Y así disfrutaremos de las cosas grandes y las cosas pequeñas que nos proporciona nuestro pulso vital y cotidiano. Como sucede cada mañana, como sucede cada día.

Se aproxima el ocaso. Desde la costa oeste de Fuencaliente

La hora del crepúsculo desde el puerto de Tazacorte

Las aspas inmóviles del viejo molino despiden el día en Garafía

Los últimos rayos del día se reflejan en la crestería de Taburiente

A la caída de la tarde se abre la noche para los científicos

La Luna asoma en su breve reinado de la noche palmera

En Los Cancajos, la noche combina luces y sombras de la oscuridad

La tranquilidad en la noche acompaña al complejo de Los Cancajos

El cuartel de El Fuerte y, al fondo, el resplandor de la ciudad

Camino de Breña Alta, las luces de la ciudad al fondo

La claridad de la noche adorna el silencio de Villa de Mazo

La noche transcurre plácida, transcurre serena…

San Blas patrono y su iglesia de tres naves

La imagen, en su soledad, habita en el corazón de sus devotos

Las calles de Villa de Mazo, en la pendiente, están en silencio

La singular Casa Roja, más bella aún en la noche

la casa natal de Alonso Pérez Díaz, iluminada en la quietud de la noche

Fuencaliente resplandece entre los pinares centenarios

Confluencia de las viejas calles de El Paso y Nuestra Señora de Bonanza

El reloj da la hora. Es una forma de medir el tiempo

Silencio en las calles de El Paso, cargadas de historia

Casino de Los Llanos, más de cien años en sociedad

La histórica calle Real de Los Llanos, arteria de la historia

Esquinas y cruces, delicias de la arquitectura

La ciudad de Los Llanos descansa a la sombra de los laureles

El kiosko de la plaza, aunque renovado, mantiene intacta su esencia

El acueducto de Argual, reminiscencias de un pasado histórico

La iglesia de San Miguel, patrono de La Palma, en Tazacorte

Los asientos de mosaicos, ahora en silencio, volverán al bullicio

El arcángel San Miguel triunfa sobre las fuerzas del mal

La noche arrulla el silencio sólo roto por las ráfagas entre plataneras

La ciudad de Los Llanos, desde la subida de Amagar

En Tijarafe las calles están embriagadas de recuerdos

Puntagorda comparte su belleza en la noche

En la pendiente, las calles de Santo Domingo evocan recuerdos

Las luces de Lomo Machín, en Barlovento, dibujan el sendero

En la histórica villa de San Andrés, todo es silencio y calma

La ciudad de Los Sauces, la más importante del norte palmero

El templo de Nuestra Señora de Montserrat, nuevo en el tiempo

La noche envuelve la histórica Casa Luján, en Puntallana

Luces de la noche en el ayuntamiento de Puntallana

Fotos: Fernando Rodríguez Sánchez